jueves, 4 de marzo de 2010

Al partir, un beso y una flor... más o menos.

Bueno, ya está. Ya ganaron los malos malotes y se han cargado la Logia. Lex Luthor es el director general de Endesa, el Doctor Infierno es el Ministro de Sanidad y Falconetti el Presidente del Gobierno. La nostalgia te invade amargamente al recordar los buenos ratos, que ya no volverán, y el trabajo que echaste haciendo mil papeles y pintando en su día el Gabinete de Reflexión con Titanlux, lo que estuvo a punto de costarte la vida por inhalación de disolventes en un espacio cerrado.
Cómo se llega a esta situación merecerá en próximas fechas un post exclusivo, y especialmente complejo que se llamará, por ejemplo, "Idus de marzo".
Pero bueno, ya has mandado una carta, bien breve, bien extensa y sentimental, despidiéndote y pidiendo tu baja (la experiencia me dice que quien manda un escrito reivindicativo y feroz no tiene nunca intención de marcharse).
Ahora viene la parte surrealista.
La conversación suele ser con el muñidor de la conspiración, normalmente por teléfono o, a lo mejor, por e-mail o chat:
Tú: —Oye ¿te ha llegado eso?
Él: —¿El qué?
Tú: —Pues mi solicitud de baja, para que me tramitéis la Plancha de Quite.
Él: —Ah, eso. Eso ahora no se puede cursar, porque estás inmerso en un proceso de Irradiación.
Tú:—¿Yooo? ¿Y por qué?
Él:—Mira, de momento no estás a plomo.
Tú:—¿Cómo no voy a estar a plomo, si tengo pagadas las cuotas hasta 2015?
Él:—No has pagado ni un euro de la derrama. No estás a plomo.
Tú:—¿La derrama? ¿Qué derrama?
Él:—La derrama de la pintura. Tres mil euros que nos cobran por pintar y tú no has pagado nada.
Tú:—¿Y cuándo se ha aprobado eso?
Él:—Ayer por la noche.
(Tomas aliento. Cuentas hasta diez).
Tú:—Bueeeno. Restadme la derrama de las cuotas que he adelantado y ya está.
Él:—Eso sería confundir la contabilidad. Vas en contra de los intereses del Taller.
(Piensas que "de perdidos al río").
Tú:—En fin. Que el Tesorero me pase la derrama que sea, y yo la pago.
Él:—Eso no es todo. Las cuentas del Congreso Masónico de Coplas Baturras que organizamos no están claras. Y tú eras entonces el Tesorero.
Tú:—¡Pero si puse quinientos euros de mi bolsillo y alojé en mi casa a diez personas! Además me debes todavía la Cena de Clausura que te pagué porque "no llevabas suelto".
Él:—Sabía que, tarde o temprano ibas a sacar eso. Así es como entiendes la fraternidad. Ahora tengo más argumentos para irradiarte.
Tú:—Y ¿cuáles van a ser los cargos?
Él:—Intentar fundar otra obediencia en España.
Tú:—¿¡Qué?!
Él:—Te hemos cazado. La otra noche estabas cenando con los del GOM. A ver qué estábais tramando.
Tú:—¿El GOM? ¿Qué es eso?
Él:—No te hagas el tonto: el Gran Oriente Maragato. Te estás buscando una silla.
Tú:—Pero ¡si esa Obediencia es sólo para los nacidos en Astorga! Y yo soy de Lugo.
Él:—Ya, no te creas que somos unos lilas.
Tú:—Bueno, por lo menos mandadme el diploma de Maestro, que me lo dejé en la Secretaría.
Él:—Eso de que tú eres Maestro habría que verlo.
Tú:—Sí, después de quince años... no te fastidia.
Él:—No consta que pagaras los derechos del diploma, y me han dicho que el día de tu subida había sólo dos españoles, de nuestra Obediencia, y el resto eran nueve belgas y un portugués que estaban en el camping de al lado.
Tú:—Vete a freir espárragos.
(tut, tut, tut, tut...).
Pasan los años y, un buen día, decides reintegrarte en otra Obediencia. Un proyecto ilusionante. Pronto llega a oídos de tus antiguos hermanos. Entonces te llaman un día:
Él:—Hola, qué tal. Cuánto tiempo. ¿Todo bien? Oye, mira, que haciendo limpieza en la secretaría, mira por dónde, ha salido tu Plancha de Quite y tu Diploma de Maestro. ¿Has cambiado de dirección? Es para mandártelos por correo...

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